lunes, 9 de enero de 2012

Destino desconocido (historia por partes)

Durante los siguientes días, la vida de Rodrigo fue lo más tranquila y placentera que jamás había disfrutado, a pesar de tener que permanecer escondido en su pequeño cubículo, y a pesar de la cantidad de precauciones que tuvo que adoptar para no ser descubierto, las atenciones de Felipe y de Alfonso, junto con el hecho de que por primera vez en su vida no le faltase de comer, hizo de aquellos días los mejores que él recordaba.
Fueron unos días de primeras veces, por primera vez tuvo sustento sin necesidad de buscarse la vida para ello, por primera vez no tenía ninguna obligación ni tarea que cumplir, por primera vez pasaba un rato por las tardes y otro por las noches charlando  sin tener ninguna preocupación, y fue en estas conversaciones donde poco a poco fue conociendo a sus descubridores, y poco a poco se fue estableciendo una relación de compañerismo entre los tres.
Al cabo de una semana, decidieron que era el momento de dar por finalizada aquella situación, el riesgo que corrían tanto Felipe como Alfonso era grande y debían evitar ser descubiertos.
Al día siguiente de tomar la decisión, con los primeros rayos de sol y cuando empezaba la tarea diaria de la tripulación, Rodrigo se presentó en cubierta, el revuelo en el barco fue inmediato, todo el mundo quería ver al polizón, y querían ver la reacción del capitán. Cuando éste se presentó encontró a un muchachito que erguido en actitud desafiante parecía retar con la mirada al conjunto de marineros que le rodeaban.
Una vez advirtieron la presencia del capitán, le franquearon el paso hasta Rodrigo y ambos quedaron situados uno enfrente del otro, observándose en silencio. Un silencio que se fue extendiendo al conjunto de la tripulación hasta que el capitán, miró en su derredor y preguntó en voz alta que si nadie tenía nada que hacer.
Como si un resorte les moviese inmediatamente la tripulación abandonó a Rodrigo y al capitán aunque desde sus posiciones nadie quería perderse lo que pasaba y estaban pendientes del encuentro entre ambos.

- Mi nombre es Álvaro de Guzmán y soy el capitán de este barco, ¿Y usted es?
- Rodrigo señor, mi nombre es Rodrigo, me he colado de polizón en su barco en su última escala, pero el hambre ha hecho que no aguantase más así que he decidido presentarme ante usted.
- No se le ve desnutrido, y si ha subido al barco en nuestra última escala tal y como usted afirma, la sed debería haberle hecho tomar esta decisión mucho antes, así que deduzco que o ha cometido usted pillerías en mi bodega o ha contado con la colaboración de alguien de a bordo.
En ese momento todos los integrantes del barco se cruzaron miradas acusadoras intentando de descubrir si realmente alguno de ellos sabía de la existencia del polizón y había colaborado con él.
- Pero no es momento de discutir esto aquí – continuó el capitán – si es tan amable, acompáñeme a mi camarote y continuaremos allí nuestra presentación.
- A sus órdenes, mi capitán.
- No me llame así, usted no forma parte de esta tripulación.
Cuando el capitán desapareció de cubierta acompañado por Rodrigo, un murmullo generalizado recorrió el barco, generándose corrillos para hablar de lo sucedido. Felipe y Alfonso encontraron la forma de juntarse para compartir sus miedos, aquello no estaba saliendo como ellos habían previsto.
- Bien jovencito, así que es usted un polizón en mi barco, ¿Y puedo saber cuáles son sus intenciones?
- Solamente pretendo alejarme de mi pueblo para empezar una nueva vida, aceptaré lo que usted decida sobre mí, y si fuese tan amable de desembarcarme en su próximo puerto de destino, pagaría mi estancia realizando los trabajos que usted me designase.
- Bien muchacho, le seré franco. Estamos lejos del puerto y nuestra travesía es larga, no creo que le guste el sitio al que vamos, así que me temo que deberá usted pasar a formar parte de la tripulación al menos durante una temporada. Por otro lado, le advierto que examinaré la bodega de carga y le haré pagar con su trabajo cualquier desperfecto o falta en los avituallamientos. Una vez halla reconocido los posibles desperfectos volveremos a mantener una conversación usted y yo. Ahora por favor, retírese y preséntese ante el oficial de cubierta diciéndole que va de mi parte y que le incorpore a las tareas diarias.
- Muchas gracias. ¿Ahora ya puedo llamarle mi capitán?
- De momento jovencito, se incorpora usted a las tareas de la tripulación, no a la tripulación, una vez que determine su futuro se lo haré saber.

Continuará…

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