—Joderme —repite Micky saboreando la palabra. Tastando la impresión despertada.
Narró su historia, compartiendo su vida y logrando diseccionar cada uno de los momentos más importantes con la precisión de un bisturí, utilizando las palabras exactas.
Gracias a su alocución, entendimos sus miedos, sus histerias, sus esperanzas y comprendimos su vida.
Lo que nunca comprendimos es lo que nos llevó a compartir aquel momento, nunca olvidaremos la traumática experiencia de ser secuestrados por un ratón de laboratorio cuyo ego se había exacerbado por el simple hecho de llamarse Micky y creer que todos los humanos solo pretendíamos joderle.
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