jueves, 6 de octubre de 2011

Las vueltas de la vida (cuentín)

Las vueltas de la vida.


Cada día acudía con la misma ilusión a subirse en su barca y tratar de ganarse el jornal transportando pasajeros de un lado al otro del rio. Él era uno de los últimos barqueros que aún resistían trabajando, los demás lo habían dejado para no seguir pasando penurias económicas, y con la apertura del nuevo puente cada vez eran menos las personas que decidían hacer el viaje en barca.

 Mientras hacía el recorrido que sabía de memoria, soñaba con tener algún día un barco de verdad, con capitanear su propia tripulación, con conocer otros mares, otras tierras, con convertirse en un verdadero lobo de mar.

Desde que tenía uso de razón, recordaba a su padre haciendo lo mismo que él hacía y anteriormente su abuelo, y parece ser que antes su bisabuelo, y seguramente antes de éste varias generaciones hasta casi perderse en los principios de los tiempos, de alguna forma su familia y aquel río, formaban una simbiosis perfecta y no se entendería lo uno sin lo otro.

Poco a poco fue juntando algo de dinero, pasó todo tipo de penalidades, y una gran cantidad de esfuerzos tratando de aprender todo lo necesario para poder construir su propio barco, nunca había recibido una educación adecuada, no sabía nada de cartografía, ni de geografía, muy poco de matemáticas, y apenas era capaz de leer y comprender un texto, pero su afán de superación, hizo que fuese rompiendo todas las barreras que se le ponían por delante.

Buscó el apoyo de amigos, de conocidos, de gente que le podía aportar los conocimientos que él no poseía y orientarlo en su trabajo. Fueron muchas las ocasiones en que se equivocó, otras tantas en las que los consejos de los expertos eran contradictorios y tuvo que guiarse de su propio instinto.

Pero paso a paso, su proyecto crecía, era una especie de Noé construyendo su arca, y el aspecto no debería ser muy diferente, porque su embarcación distaba mucho de parecerse a cualquier otro buque conocido, pero a pesar de su forma un tanto estrambótica, su aspecto era resistente, y como casi todo lo que nace del esfuerzo de uno, el hombre se sentía orgulloso de su embarcación.
Cuando por fin llegó el día de botar al barco, después de tantos años preparándose para ese momento, sintió como si de repente toda su vida y la de las generaciones anteriores de su familia, acabasen de cobrar sentido, estaba claro que todo sucedía por algo, y todo el esfuerzo de su familia estaba a punto de culminarse, él iba a ser capaz de seguir el curso del rio, hacia el mar, de vivir auténticas aventuras y probablemente alcanzar el final de sus días en aquel barco que él mismo había construido, y diseñado de tal forma que no necesitase a nadie más para dirigirlo, estaba a punto de culminar el destino centenario de su familia.

Después de varios meses navegando, no perdió la magia de ese día de la botadura, había sido capaz de enfrentarse con su destino y casi casi que moldearlo.

Cada día miraba por la borda, veía esa agua a la que tanto amaba y esa libertad que significaba el navegar, cada día navegaba en busca de ese mar que siempre había soñado, y a día de hoy si aún no llegó al final de sus días navegando tal y como él deseaba, puede que alguien lo encuentre buscando el mar en el lago Baikal.

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