Hoy os dejo una historia que acabo de empezar, no sé lo que durará, pero mi idea es que sea una historia de aventuras, ya veremos lo que va saliendo.
Destino desconocido
Fue remando suavemente, procurando hacer el menor ruido posible. La noche con el cielo cubierto, le favorecía, ya que la poca luz de la luna, se desvanecía entre las nubes. A su favor contaba con el conocimiento de la costa, y esperaba que en el barco en el que estaba dispuesto a embarcarse no hubiese mucha vigilancia.
Desde la popa del barco, el vigilante fumaba tranquilamente un cigarro ajeno a que una pequeña embarcación, al amparo de la noche y la oscuridad se acercaba a ellos. En aquél momento tampoco era consciente ni de las intenciones de su único tripulante, ni mucho menos, de lo que este incidente provocaría en un futuro. Seguramente de haber sido consciente de lo que su pequeño descuido podía significar, su actitud hubiese sido muy distinta.
Apenas unas brazas, le separaban de su objetivo, al menos de la primera parte del mismo. Era más que probable, que una vez embarcado, las dificultades pudiesen ir en aumento. Aunque en aquel momento no quería pensar en ello, ni tan siquiera en lo que para él podría significar que lo descubriesen subiendo a bordo.
Un pequeño chapoteo, le alertó, prestó atención en la dirección en la que había sentido el sonido, esperando escuchar algo que confirmase su sospecha. La mar estaba en calma, la noche era calurosa y el puerto seguro, su presencia allí se trataba más bien de una mera formalidad, nada hacía prever que se pudiera producir cualquier tipo de circunstancia extraña. El simple hecho de anclar el barco a una distancia prudencial de la costa hacía prácticamente imposible cualquier tipo de sabotaje, o acto de pillaje, por eso el capitán había decidido dejar desembarcar a la mayoría de la tripulación, dejando en el barco una pequeña escolta compuesta por los arrestados de la semana y por los más novatos en el barco.
Terminó de destaponar los agujeros que había preparado en la barca para que se hundiese y tratar de conseguir así que si lograba esconderse en el barco su presencia en el mismo fuese descubierta lo más tarde posible, una vez que comprobó, como poco a poco, pero de una manera ya irreversible el agua anegaba su embarcación, se asió a la maroma del ancla, iniciando así una lenta y silenciosa escalada.
El ruido final de la barca al hundirse, volvió a llamar su atención, se dirigió hacia la proa, mientras apuraba su cigarro, su condición de grumete y su temprana edad, apenas contaba con once años, hacía que el cocinero, que era a quien estaba destinado en el barco, no le dejase fumar, por eso el hacerlo de noche a escondidas, mientras realizaba su guardia, convertía aquel cigarro en un placer especial.
Sintió que alguien se aproximaba, se apresuró en entrar en la bodega, trató de esconderse en la oscuridad, pero no se atrevió a moverse demasiado por temor a tropezar con algo y que el ruido le delatase. Por lo tanto se mantuvo quieto y en silencio esperando que sus ojos se aclimatasen a la falta de luz. Al poco tiempo, sintió unos pasos por encima de los tablones que cubrían la bodega. Estaba perdido, sin duda lo descubrirían.
Se dio cuenta de que el suelo estaba mojado, siguió las manchas de humedad con la vista y comprobó que procedían de la proa y se aproximaban hasta su posición, a la entrada de cubierta. Era evidente que alguien había subido al barco. Por el rastro dejado por las manchas dedujo que se trataba de una sola persona. Con cuidado y tratando de no hacer ruido, oteó por babor y estribor tratando de comprobar si había alguna embarcación. Celebró no ver ninguna así que seguramente no se trataba de un robo, que por otra parte era bastante improbable, debido a que aún no habían cargado en el puerto.
Los pasos en cubierta se dirigían de un lado a otro y aunque procuraban no hacer ruido, estaba claro que estaban buscándolo, tanteó a su alrededor para tratar de hacerse una composición del lugar y procurar esconderse mejor, mientras que arriba se hizo el silencio.
Acababa de tomar una decisión, no sabía quién había subido al barco, pero se encontraba en la bodega, en realidad tendría que enfrentarse solo al intruso, ya que no podía contar con nadie, el resto de vigilantes eran aún más jóvenes que él, y los pocos marineros que quedaban en el barco no estarían ni en condiciones ni querrían echarle una mano. Por otro lado aquel ya no era su turno, si permanecía despierto es por que uno de aquellos marineros no había acudido a darle el relevo, así que la decisión estaba clara.
Era inútil, en aquella oscuridad le resultaría imposible moverse y mucho menos buscar un escondite seguro, solamente tendría alguna posibilidad cuando se filtrase algo de claridad con las primeras luces del alba. Se preparó para enfrentarse a quién entrase a buscarlo.
Sin dejar de vigilar la entrada en la bodega, buscó un buen hierro, contundente, capaz de soportar embestidas bruscas. No estaba muy convencido de lo que estaba haciendo, y tenía miedo que lo descubriesen, pero en caso de no ser así, al día siguiente siempre podría alegar que durante su turno no había sucedido nada.
Sintió unos ruidos arriba, y supo que alguien estaba cerrando con un hierro pesado la puerta de entrada a la bodega, lo acababan de encerrar allí dentro, así que ya no cabía ninguna duda de que lo habían descubierto, pero que momentáneamente aplazaban su captura. No entendía los motivos de esta decisión, quizás se había equivocado, ¿qué contenía aquella bodega para que decidieran dejarlo allí encerrado en vez de sacarlo de la misma y arrojarlo por la borda?
Comprobó que la bodega estaba atascada y decidió apartarse, sin perder de vista la entrada, simularía dormir, y al día siguiente los mayores ya se encargarían del intruso en cuanto lo descubriesen a la hora de cargar la bodega. Pensó que el miedo de enfrentarse al desconocido, unido al temor de la bronca que podía recibir, le habían derrotado, sin embargo, el haberlo encerrado en la bodega le pareció una salida muy astuta, que evitaba ponerse tanto él como el resto de la tripulación en peligro.
Estaba claro que no podía hacer otra cosa que tratar de acomodarse y esperar a los acontecimientos de la mañana, así que se quitó la ropa para tratar de secarla, se puso lo más cómodo posible, y permaneció en vela, tratando de descubrir cualquier ruido que delatase alguna novedad.
Los remordimientos le atormentaban, solo deseaba que la persona que se encontraba encerrada en la bodega se tratase de un ladón o un polizón, en el caso de ser un saboteador, se lo había puesto fácil, realmente demasiado fácil.
Continuará…
Con ganas ya de la continuacion.
ResponderEliminarpor fin he entrado,hasta ahora me gusta lo que he visto, sigue asi
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