viernes, 11 de noviembre de 2011

Método (Cuentín)

Método.


Todos los días tenía las mismas costumbres, le molestaba que cualquier cosa interrumpiese su rutina diaria, se diría que le molestaría hasta que le tocase la lotería, por lo que significaría de cambio en su vida. No hacía por ver ni a sus familiares, quizás por eso se llevaba tan bien con ellos. Era un hombre afable, pero tenía pocas oportunidades de demostrarlo debido a su gusto por la soledad y la rutina. Odiaba leer la prensa, le parecía algo soez y de mal gusto, y se podría decir que no le preocupaba demasiado lo que sucedía en el mundo. Era una persona culta, sobria, austera y sin grandes pasiones, al menos que se conociesen.
Su vivienda estaba situada en un piso mediocre de un barrio de trabajadores, llevaba viviendo en el mismo sitio desde que todo el mundo recordaba, aquella había sido su casa desde sus tiempos laborales, ahora ya jubilado, disfrutaba de la vida, o al menos eso era lo que él afirmaba.
En el barrio poca gente le conocía a pesar de vivir en el mismo durante más de sesenta años, pero sus recias costumbres, hacían que pasase desapercibido para la mayoría de sus vecinos, que prácticamente ni se fijaban en él cuando lo veían pasar.
La única persona que lo visitaba todos los viernes a la una de la tarde en punto, era un viejo compañero del trabajo, con el que pasaba las tardes, departiendo sobre lo divino y lo humano, jugando al ajedrez y tomando un café, que como es evidente siempre se hacía metódicamente.
Las partidas de ajedrez se hacían eternas, ya que ambos eran tan rigurosos, que en realidad, si afirmásemos que llevaban años jugando la misma partida con una repetición constante e infinita de movimientos, en realidad no mentiríamos.
Eran las cuatro de la tarde, ambos estaban ensimismados pensando cuál sería su próximo movimiento que sin lugar a dudas sería el mismo de todos los días. Y en ese mismo momento pudieron escuchar un gran estruendo en la calle, sirenas y griteríos de marabunta que se acercaban por la calle.
Su obstinación porque nada modificase sus hábitos, hizo que ninguno de los dos expresase nada al oír aquella algarabía, impertérritos continuaron con su partida, mientras que los ruidos cada vez se acercaban más.
Se acercaba la hora del café y al mismo tiempo también lo hacían los ruidos de la calle. El abandonar momentáneamente la partida, para hacer el café, les tentó por un momento a asomarse a la ventana para observar que era lo que sucedía, pero ninguno de los dos quiso variar su rutina, y mucho menos en presencia de su alma gemela.
Sintieron un ruido en la puerta del portal, y acto seguido se dieron cuenta de unas pisadas que subían por la escalera.
El ruido del café al hervir se entremezclo con unos golpes en la puerta, ambos amigos se miraron al tiempo que se preguntaban, al igual que todos los días a esa misma hora, cuantos terrones de azúcar deseaban tomar con el café.
Los golpes de la puerta se convirtieron en aporreos, y al grito de ¡abran la puerta, policía!, esta se vino abajo, permitiendo el acceso a la casa de varias dotaciones de la policía a la que seguía una multitud enardecida por la noticias del diario de la mañana en la que el jefe de policía anunciaba la próxima resolución del caso de los asesinatos ocurridos en el barrio durante más de sesenta años.
La irrupción de la policía encontró a los dos amigos, terminándose el café, al tiempo que jugaban su última partida, Jaque mate se pudo oír al tiempo que movía su reina, hecha de huesos de una de sus múltiples víctimas, lo mismo que el resto de piezas que metódicamente habían conseguido reunir.

2 comentarios:

  1. Me encantaaaa, este es el estilo de cuentinos que me prestan. El como las cosas no son lo que parecen da muchisimo que pensar. Esta genial!!!!

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