viernes, 18 de noviembre de 2011

Micro cuento

                               Muerto, pero mío. Lo observaba y no podía creerlo, mis sentimientos eran inexplicables, una amalgama de sensaciones a cada cual más fuerte y todas ellas exacerbadas hasta su punto más álgido.
Frente a mí, permanecía inmóvil mi compañero durante tantos años, habíamos compartido una vida entera, y era insoportable verlo tirado en aquella cuneta, siendo consciente de que jamás volveríamos a compartir chicas, fiestas en la playa, excursiones a la montaña, o vacaciones por Europa.
Allí estaba, boca abajo, deformado. Lo miré por última vez antes de que se lo llevase la grúa.

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