viernes, 2 de diciembre de 2011

Destino desconocido (historia por partes)

Destino desconocido



Se despertó con las primeras luces, a pesar de todos sus esfuerzos, el sueño le había vencido. Una vez recuperada la consciencia, entre penumbras buscó donde esconderse, pudo apreciar que la bodega estaba más vacía de lo que había previsto, así que le costó encontrar un buen cobijo que le ocultase de cualquier mirada, al final lo logró moviendo con sumo cuidado algunas cajas que le servirían a modo de protección y se hizo un hueco entre la unión de las cuadernas con la separación entre bodegas. A continuación buscó unas viejas redes y unos aparejos y los colgó de forma que su escondite pasase desapercibido a simple vista.
Sintió como la actividad en el barco se reiniciaba con la claridad del día, y vio como desde el puerto salían las primeras embarcaciones con la tripulación necesaria para hacer atracar el barco. Seguramente el resto de los tripulantes aún estaban durmiendo en la ciudad, y descansando de la noche anterior. A lo largo de la mañana se irían sumando al barco para colaborar en el aprovisionamiento del mismo y si todo había ido bien en las negociaciones del día anterior, dejar el barco listo para partir esa misma noche. Aunque lo más probable es que el capitán lo aplazase hasta la mañana siguiente.
Allí arriba, donde se encontraba, en la parte superior de la bodega y justo por debajo de la cubierta percibió, como los marineros regresaban al barco e iniciaban la maniobra de aproximación al puerto. Aún le quedaba algún tiempo para mejorar su escondite, pero estaba convencido de que el vigía de la noche anterior informaría a sus superiores de su presencia y le obligarían a quedarse en tierra, terminando así con sus esperanzas de huir embarcado de su actual vida.
Se incorporó a sus tareas en la cocina y permaneció atento a cualquier noticia que le pudiese llegar sobre un polizón o un saboteador en el barco, a medida que pasaba el tiempo, sus emociones eran contradictorias, ya que por un lado le tranquilizaba que la faena del barco era la habitual, lo que indicaba que de mano no existía ningún tipo de sabotaje, y por otro lado le inquietaba la falta de noticias sobre la persona que la noche anterior les había abordado.
La muerte de sus padres, que se había producido por una mezcla de hambruna y de demasiado trabajo, le había dejado en manos de un tío para el cual representaba una carga y que había decidido hacer negocio con él, haciéndole entrar al servicio del señor conde. Algo que él sabía que supondría seguir pasando hambre y penalidades, y recibir palizas prácticamente a diario hasta que abandonasen su cuerpo reventado de trabajar en cualquiera de los campos del señor conde y todo a cambio de unas monedas que él jamás percibiría, pero que contribuirían a las ganancias del tabernero cuando diese de beber al alcoholizado de su tío.
La actividad fue claramente en aumento una vez que empezaron a cargar los barriles y las cestas de provisiones en el barco. A pesar de que ya estaban colocando las mercancías en la bodega, nada hacía entrever que habían encontrado a aquel intruso, la situación se estaba complicando, porque si no lo encontraban se saldría con la suya y para cuando lo descubriesen ya sería demasiado tarde, aunque a él lo que más le interesaba en este momento era continuar con su silencio.
Temió ser descubierto, pero parecía que los hombres tenían prisa por acabar su trabajo, que probablemente les llevaría la mayor parte del día y a pesar de que por un par de ocasiones estuvieron a punto de mover la vieja red, al final la forma de colocar y amarrar la mercancía en la bodega, hacía que hubiesen empezado a situar la carga en la zona en la que él se encontraba, así que enseguida quedó oculto de los marineros que seguían con su frenética actividad. Parecía que por primera vez en su corta vida, de apenas diez años, la suerte le acompañaba.
Después de un duro día de trabajo en la cocina, más encaminado a colocar las nuevas provisiones que a cocinar en sí, estuvo tentado de acercarse por la bodega, pero el miedo a ser descubierto como posible encubridor del polizón al final pudo más que su curiosidad y le hizo permanecer en su puesto.
Le seguía llamando la atención que no le hubiesen delatado, aquello seguramente se debía a algo, y llegó a pensar que probablemente el vigía había llegado a la conclusión de que le interesaba mantenerlo en el barco para una vez ya en alta mar o bien extorsionarlo, obligándole a trabajar para él, o bien descubrirlo delante de toda la tripulación para llevarse los méritos, porque la otra alternativa que le quedaba era la de que quizás tuviese intención de que muriese encerrado en aquella bodega. Fuesen cuales fuesen sus intenciones, estaba claro que tenía que buscar la forma de salir de allí lo más pronto posible y tratar de buscar un nuevo escondite, su vida podía depender de ello.
Vio como después de llenar la bodega hasta los topes cerraban la puerta de la misma, y fingiendo dar un paseo casual, se acercó a la cerradura y al igual que la pasada noche, la bloqueó de forma que si el intruso aún no había abandonado la bodega le fuese imposible hacerlo, de esta forma se aseguraba que al menos durante las próximas hora no pudiese causar ningún daño fuera de la bodega. Al anochecer debería hacer frente a sus miedos y buscar una solución que acabase con aquella situación de la que se sentía responsable.
El silencio se adueñó de la bodega, desde su refugio podía verla repleta, los hombres habían trabajado muy bien y muy rápido, era evidente que no era la primera vez que lo hacían y que disponían de la habilidad suficiente para realizar su trabajo de una manera eficiente. Si en el resto de las tareas resultaban igual de eficaces aquel barco estaba formado por una magnífica tripulación.
Poco a poco llegó la noche, tal y como él había previsto, el capitán ordenó anclar el barco alejado del puerto, una vez más dio permiso a parte de la tripulación para permanecer en tierra, aunque en esta ocasión la dotación que se quedaba en el barco era notablemente superior a la de la noche anterior, las guardias previstas eran más numerosas y la responsabilidad no recaía en manos de chiquillos.
El dolor de estómago provocado por el ayuno prolongado se hizo más fuerte, pensó en abrir algunas de las provisiones que le rodeaban, pero era consciente que eso supondría correr un riesgo mucho más alto de lo que se podía permitir, así que decidió calmar a su cuerpo procurando dormir y descansar hasta un nuevo día.
Esperó a que todo el mundo se fuese retirando a dormir, y en cuanto tuvo la certeza de que solamente quedaba en pie el turno de guardia, puso en marcha su plan.

Continuará.

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