jueves, 1 de diciembre de 2011

Menudo Curro (octava entrega)

Menudo Curro



- Don Alfredo, tengo que hablar con usted.
- Dime Roberto, dime. ¿No vendrás a pedirme otro adelanto para alguna cosa rara tuya?
- No Don Alfredo, vengo a decirle que yo no puedo seguir así.
- A ¿qué te refieres?
- A que este trabajo es superior a mí, ya ni puedo dormir por las noches, solamente de pensarlo.
- Pero vamos a ver, si llevas una semana haciéndolo y por primera vez desde que estás en la empresa no he recibido ni una sola queja tuya. Yo creía que por fin había encontrado el puesto en el que encajabas como un guante.
- Y eso es otra, necesito guantes nuevos.
- Si todo el problema son los guantes nuevos no te preocupes, eso se soluciona. ¿Ya estás contento?
- No, Don Alfredo, es que para mí este trabajo es un suplicio.
- Y el resto de los que haces es un suplicio para mí.
- Pero es que necesito dormir.
- y vamos a ver hombre ¿por qué no puedes dormir?
- Tan solo de pensar en lo que tengo que hacer al día siguiente.
- Bueno, vamos a ver si lo entiendo, tú cuéntame que haces cada día.
- Pues me levanto, desayuno, saludo a mi madre, después me ducho…
- Roberto, me refiero a lo que haces en el trabajo.
- ¡Ah, eso!
- Sí, eso. Lo demás la verdad es que no me preocupa mucho.
- Pues verá. Yo llego al trabajo, y entonces el dueño de la casa me deja solo para irse a trabajar y cuidar de sus peques, como él dice.
- Te refieres a los perros.
-No, a todos los animales, tiene muchos  me manda que los atienda todos.
- A mí no se me ocurriría hacerlo, pero en vistas de que no tuve una queja en toda la semana, tampoco debes hacerlo tan mal, así que explícame dónde está el problema.
- Pues es que me estresan mucho Don Alfredo.
- ¿Cómo que te estresan?
- Sí, es que no me obedecen.
- ¿En qué no te obedecen?
- La tortuga por ejemplo, no hay manera de que venga a dar un paseo, y a la serpiente no me atrevo a ponerle la correa, aparte que tampoco sé muy bien cómo ponérsela.
- ¿Qué le pones una correa a la serpiente? ¿Y después que haces, te dedicas a peinar a los peces?
- No, Don Alfredo, que no es la época. Después doy de comer a los conejos, pero antes tengo que guardar a los gatos, porque quieren comerse el pienso de los conejos.
- Pero si tú lo que tenías que hacer era pasear perros. ¿ El señor para el que trabajas no se llamará Noé, por casualidad?.
- No, se llama Luis ¿Por qué?
-No por nada. ¿Y puedes explicarme cómo es que teniendo que pasear perros acabaste con toda la demás fauna?
- Es que Trosky es muy vago y muy grande.
- y ¿Quién es Trosky?
- Creo que era de la Unión Soviética, y tengo entendido que no se llevaba muy bien con Stalin, que era el que mandaba, de hecho dicen que le envió un sicario para que estando Trosky en Méjico…
- Pero ¿Qué narices me estás contando, animal? ¿Qué tiene que ver la Unión Soviética con los animales donde trabajas?
- Pero ¡usted me preguntó quién era Trosky!
- Sí, y tú casi me cuentas la guerra fría y la caída del telón de acero. Hoy estás de lo más locuaz, primero me cuentas lo que haces por las mañanas y ahora quieres darme una clase de historia.
- Yo no quiero contárselo, pero es que usted me lo pregunta Don Alfredo.
- Yo lo único que quiero saber es  por qué narices no estás paseando perros.
- Pues eso es lo que le estaba contando, porque Trosky es muy vago y muy grande.
- Vamos a ver Robertín. ¿Se supone que Trosky, es un perro?
- Pues claro, no va a ser un ternero. ¿Usted llamaría Trosky a un ternero o a un burro, por ejemplo?
- No, yo lo llamaría Roberto.
- Perdone que se lo diga jefe, pero tiene mal gusto para escoger el nombre de los animales.
- Y para escoger empleados también. Termina de contarme lo del dichoso perro, por favor.
-Pues como está mayor no le apetece mucho moverse, y pesa como un condenado y yo no puedo tirar de él y llevarlo de paseo, así que para aprovechar el tiempo de trabajo, hago las otras tareas, pero es que me estresan muchísimo.
- ¿Y no te podías dedicar a lo tuyo así no estabas estresado?.
- No hasta pasado mañana.
-¿Y qué se supone que cambia pasado mañana?
- Que me dejan la grúa.
- No me asustes ¿Qué grúa? ¿Y para qué la quieres? ¿Tú sabes conducir una grúa?
- Qué no es de esas, que es una grúa de hospital de las de levantar enfermos. La voy a utilizar con el perro, porque tiene malas pulgas.
- Y si tiene malas pulgas. ¿No es mejor qué utilices un bozal?
- ¿Un bozal? ¿Para qué voy a usar un bozal?
- Para que no te muerda.
- Pero si es muy bueno, lo único malo es que está lleno de pulgas y tengo que llevarlo al veterinario, porque creo que le hicieron alguna erupción,  pero como no puedo con él, por eso pedí prestada la grúa.
- Y digo yo. ¿No era más cómodo decirle al veterinario que fuese a la casa? Se le paga el viaje y ya está.
- Pues eso no lo había pensado.
- Sí estarías ocupado, haciéndole la permanente al pavo real.
- Don Alfredo, he de decirle que a veces me sorprende usted.
- Tú también me sorprendes Robertín, cada día más.

Continuará.

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